Los ciudadanos nunca tienen la culpa de nada. Ni siquiera de haber votado a aquéllos de los que luego reniegan. Son inmunes, están a cubierto de todo. O aún peor: ni siquiera despotrican. Se impide que Rodrigo Rato declare en el Congreso por la estafa o mala gestión de Bankia y los ciudadanos lo comprenden. Se descubre que Madrid y Valencia han engañado gravemente, y nada. Lo de la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid es sorprendente: se sabe y reconoce que el Ayuntamiento tiene una deuda astronómica e inasumible y a su alcalde lo hacen Ministro de Justicia. Se sabe que la Comunidad es un vivero de trampas y derroches y su pizpireta Presidenta sigue chula. Y en Valencia el PP rinde homenaje a Francisco Camps: ‘Ha dejado una huella imborrable’. Y los ciudadanos, contentos y deseando volverles a votar.
Los ciudadanos comienzan a ser una masa acrítica y amorfa. Ni siquiera son ya súbditos, ese peldaño inferior de la ciudadanía: son objetos. En Valencia se manifestaron pacíficamente en febrero delante del Instituto Luis Vives por no tener calefacción, y ahora el Ministro de Interior los sanciona con hasta 6.000 euros por manifestarse sin pedir permiso, cual si fueran coches mal aparcados. Pero los ciudadanos asienten con el silencio.
El Gobierno los está pelando económicamente por capas cual cebollas y dejándolos desnudos, y aún los justifican. Ahora ya no es Zapatero el causante, sino las circunstancias, pero a sus gobernantes se lo perdonan y no les recriminan.
Difaman y calumnian, hay barra libre, pero nunca responden de su temeridad y mala baba. Los ciudadanos son un ejército arrollador, sin respeto alguno a las normas.
Los obispos se mofan de los homosexuales, pero ¡cómo no!, tienen razón los obispos. Los ciudadanos son creyentes, buenos creyentes.
El Presidente Rajoy empieza a parecer La Vieja’el Visillo, pero no recibe ni una crítica.
Machacan miserablemente la Educación para la Ciudadanía, pero a los ciudadanos les da igual la ciudadanía, ahora sí adoctrinada. Wert o no wert, ésa es la cuestión, que diría un Shakespeare de derechas, acariciando la calavera del progreso.
¿La enseñanza, ese incalculable tesoro, para qué?, es un engorro.
Fátima y Lourdes se incorporan a la sanidad de los milagros, y ni los ciudadanos enfermos protestan en serio.
Se abre la subasta entre amigos para las teles autonómicas, y en la nacional ya no se andan con chiquitas ni apaños de acuerdos, mejor poner a uno de lealtad inquebrantable, que manipule a nuestro gusto. Ahora por fin se podrán ver sus informativos, explican los ciudadanos serenos e i-rresponsables, antes de pasar a Gran Hermano..
¿Y usted de qué se ríe, doña Sorayasáenz?
El 15-M era una pompa de jabón, como se ha visto. A los dos días ya nadie habla de ellos. ¡Qué bluff! Si estudiaran…
La policía, como es lógico, da palos a quien se le pone delante, para eso está. No van a permanecer quietos. Ellos sabrán lo qué hacen, que seguro que lo hacen bien. Si no se pusieran delante, no les pasaría nada. Algo habrán hecho. La mayoría lo hacen para divertirse. Nosotros no tenemos tiempo de ocuparnos de eso y confiamos en ellos, nosotros a lo nuestro, que bastante tenemos con educar a nuestros hijos.
Y el país está en calma. Afortunadamente. El Gobierno está haciendo esfuerzos, ante tanto irresponsable. Y además nosotros somos apolíticos.
Los ciudadanos, esa asepsia, esos seres nunca responsables, esa terapia fracasada de grupo.
Pero un día, como dice Manuel Vicent, la revolución llega mientras te estás afeitando, y sin saber por qué.
Arturo González
domingo, 20 de mayo de 2012
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