Para no variar y como es costumbre arraigada en las entrañas del Liceu y de sus pasillos, los que de alguna forma u otra formamos parte del Liceu (fijos y eventuales), hablamos, hablamos y hablamos hasta la saciedad. Jugamos a ese juego tan infantil, me parece que se llamaba el teléfono, dónde nada tenía que ver el mensaje que decía el primer emisor al que le llegaba al último destinatario.
Pero últimamente y con la noticia, de que ahora la Sra. Cullell en vez de dejarse ver poco, no se iba a dejar ver nada, se habla, o sería mejor decir, se especula mucho más.
Sra. Cullell, no creo que vayamos a echarla mucho de menos. Afectivamente nada, porque a excepción de los cócteles de Navidad (supongo que nunca encontró como escabullirse de ellos), no la hemos visto mucho, y ya se sabe que el roce hace el cariño; segundo, porque a excepción de dejar bien a sus directivos tampoco le hemos oído decir mucho más (es curioso que cada Navidad y cada presentación de temporada necesitara hablar tan bien de ellos, tal vez inconscientemente necesitaba justificar ciertas acciones); eso sí quincenalmente la he podido leer. La he leído más que oído y visto en persona; que pena que en sus escritos no pueda hacerme una idea de lo que piensa del Liceu.
A la tercera va la vencida y por fin lo consiguió, no sé si exactamente ha conseguido lo que quería, pero supongo que es mejor que el Liceu.
Le felicito (aunque sólo sea un trabajador de aquellos a los que nunca se dirigió, qué pena!) no sólo por disminuir el déficit o por haber hecho un teatro sostenible, sino por hacer lo imposible: conseguir que la cultura y todavía aún más difícil un teatro de ópera obtenga beneficios.
Ha cumplido con creces la misión que tenía, o los objetivos que se fijó o le fijaron desde más arriba, pero es amerital. Siento decirle, que reducir gastos, sin inversión es fácil; debo decirle que reducir gasto disminuyendo la plantilla también es fácil; no quiero irme al extremo de las barricadas pero conseguir no gastar a costa del trabajador también es fácil, y por no hablar ya de calidad (¿qué es eso?).
Le hubiera sido mucho más difícil si por un momento se hubiera planteado que estaba gestionando un teatro en el que nos guste o no, se hace ópera. Se va habiendo reducido los gastos pero sin distinguir entre Mozart o ACDC.
Caminal gastó, gastó y gastó, incluso lo que no tenía, da igual la casa es grande … que más da, no era su dinero. Pero usted que tanto quiso reducir, se va habiendo repartido incentivos a unos directivos que ya estaban en la época de Caminal y que en algunos casos, a excepción de ser vecinos, amigos, familiares de amigos o del mismo partido (en todo caso favores que debía) no disponían de méritos ni demostraron tener capacidad para estar dónde estaban.
Los pasillos dicen que es porque cumplieron objetivos, ¿cuáles? ¿Cómo es que no sabíamos qué objetivos tenían? Tal vez nos hubiera gustado a nosotros también participar de ellos. A mi, más que el dinero, me hubiera gustado más tener unos directivos capaces de fijar objetivos, de trabajar en grupo, de aprender algo de ellos, por no hablar de la parte humana. Creo que simplemente hubiera sido feliz si entre ellos no se clavaran puñaladas, si nos hubieran permitido trabajar en equipo entre los diferentes departamentos. En lugar de esto, ha premiado a aquellos que fueron ganando las batallas que libraban, pero la felicito una vez más, porque usted ganó la guerra. No sé si por eso ha recibido el incentivo más alto de todos.
Si la Corporación le deja tiempo, venga a sentir una ópera, cierre los ojos y tómese su tiempo, tal vez así podrá imaginarse a nosotros trabajando y entonces quizá sí se creerá que somos los verdaderos artífices de que el telón se suba.
Eclipse
martes, 29 de abril de 2008
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1 comentario:
Atinada y lúcida reflexión.
Felicito a quién haya escrito el artículo
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