sábado, 14 de julio de 2012

Carta de Ángel (del viernes 12 de julio):



"Son la 0:39 y acabo de cenar. He llegado a casa a las 00:00 en metro tras abandonar Sol.

Hoy ha sido un día de aquellos en los que la emoción y la adrenalina te hacen temblar de arriba abajo. A las 18:00 horas salí del trabajo dispuesto a encontrarme con los mineros, con el 15M y con cualquiera que estuviese en aquellos momentos manifestándose en contra de toda esta basura a la que llaman gobierno, democracia, sistema o como se quiera, para mí no deja de ser una basura. Nos recortan nuestros derechos largamente luchados y batallados y que tanta sangre, dolor y vidas han costado; nos exprimen como a limones sacándonos todo nuestro jugo y más; nos mienten y roban en nuestra cara; nos desprecian como personas convirtiéndonos en productos y en masa; nos apalean, reprimen y encarcelan; nos explotan…

Todo esto lo puedo argumentar más, pero no me da la real gana. Los que no necesitan de argumentos (porque ya los conocen) les bastan estas palabras y saben de lo que hablo. Hoy la demagogia y la rabia pueblan mis labios, al que no le guste que mire otros renglones más agradecidos a sus hábitos de lectura.

Llegué a Atocha sobre las 19:00. Según tenía entendido (y mi hermano Dani me lo confirmó) desde allí, a la 19:30, partiría en dirección Sol una manifestación en apoyo a los mineros. Llegando a la calle Atocha podía oír el gentío de voces de protesta, consignas y proclamas de los que ya estaban allí. No soy bueno contando gente, muchas veces no sé si yo soy uno o más, por lo que dejo los números al libre albedrío de los medios de comunicación y los informes políticos o policiales.


Eramos muchos, mogollón, muchas personas allí congregadas, y a mí eso me basta. Jóvenes y no tan jóvenes, incluso perros y niños, quizá estos con menos sentido revolucionario, pero igualmente afectados por la inseguridad del presente y el futuro inmediato. Muchos, menos que nosotros, pero muchos policías antidisturbios, nos flanqueaban y rodeaban; las lecheras las teníamos delante y detrás. Armados con escudos y porras y protegidos con cascos y armaduras nos miraban como indiferentes: están allí, simplemente porque les han mandado que estén… a la espera de ser activados a una orden, robots de esta basura de sistema; entrenados para y por la violencia y la represión.

Nos pusimos en marcha dirección Sol. Todo el camino por la calle Atocha fue un paseo tranquilo y sin incidentes. La policía parecía haber desaparecido y nuestra columna cada vez se iba haciendo más y más grande. Banderas republicanas ondeaban a manos de jóvenes y no tan jóvenes, esa misma bandera que habla de una España diferente: donde un color, el morado, sustituye una franja de rojo, dando un significado nuevo y distinto a todo. Pancartas de protesta, banderas anarquistas (estas en especial son las que más siento), banderas comunistas, de Asturias, Andalucía…

Llegamos a Sol, no recuerdo qué hora es, todo está tranquilo. La gente se concentra en la plaza, vuelven los eslóganes de “basta ya”, “NO”, No hay pan para tanto chorizo” a sembrar de carteles las estatuas, marquesinas, farolas… mucha policía corta las calles de acceso a Sol. Las consignas vuelan por el aire, los gritos de protesta se escuchan; las aclamaciones, aplausos y manos en alto vuelven a Sol como en anteriores ocasiones. Alguien hace explotar un gran petardo, la gente aplaude. Un bote de humo es depositado en el suelo haciendo que todos nos apartemos atosigados por la humareda y el olor a pólvora. No ocurre nada, la gente vitorea, grita y aplaude. La policía se mantiene quieta, alerta pero indiferentes, aun no han sido activados.

Sobre las 20:00 horas algunos gritos de “nos vamos al congreso” se escuchan y difunden como el humo de los botes. Parece que nos vamos al congreso. La gente comienza a movilizarse. La policía corta las calles, esperan. De pronto algo ocurre, no sé bien qué es, no estoy cerca, pero Sol entero comienza a correr dispersándose en todas direcciones, buscando salidas de escape. Los robots policiales han sido activados. Comienzan las cargas, los palos llueven; persecuciones y enfrentamientos.


Yo, en cuestión de segundos, me encuentro pegado a una pared al lado de otras muchas personas, y eso que estaba en pleno centro de la plaza. Los antidisturbios se nos acercan, las salidas de Sol están cortadas por lecheras, antidisturbios y manifestantes que huyen o plantan cara. No podemos salir de Sol y las bocas del metro también están tomadas. Los antidisturbios llegan y nos mandan desalojar la plaza ¿hacia donde? Da igual, vete de aquí. Pero yo no me quiero ir, tengo derecho a estar allí, tengo derecho a protestar. Y no un derecho concedido, un derecho que es mío.

Camino por Sol, evitando a los antidisturbios e intentando no meterme en las calles o el metro, que son ratoneras. Un grupo de antidisturios aparece con un chaval detenido, se lo llevan a las lecheras. El resto de los robots continúa su cacería por las calles, donde parece que está la batalla. Unos cuantos se quedan en Sol y nos hostigan, tratando de echarnos a los pocos que quedamos.

Un grupo aislado, de una 50 personas, se encuentran apiñado en pleno centro de Sol. Me acerco. Están cantando. Dos violinistas y una flautista tocan melodías revolucionarias mientras un coro de preciosas voces entonan las canciones. El resto escuchamos, cantamos y aplaudimos. La música es nuestra barricada. La emoción me hace presa a cada canto, a cada melodía. se eleva por encima de los ruidos de batalla, los gritos, petardos y disparos de pelotas de goma. Allí, los pocos reunidos vitoreamos las hermosas canciones, levantamos el puño y aplaudimos con fuerza.




Los antidisturbios comienzan a rodearnos. Poco a poco van llegando algunos más de los que habían huído de la policía, y se nos unen. Somos una isla en medio de Sol, pero la isla va creciendo. Y fuera de la isla estamos rodeados de antidisturbios. Empiezan a cercarnos, me temo lo peor. Algunos de nosotros comienzan a irse, nos les culpo, yo también quiero hacerlo. Pero algo me lo impide: no me pienso ir de allí, estoy donde quiero y puedo y TENGO que estar. La música suena, los cantos se elevan, los puños se alzan. Un coche de bomberos cruza Sol, nos ven y hacen sonar sus sirenas a modo de saludo. Desde los coches, los bomberos, también alzan sus puños; nosotros les respondemos entre aplausos y gritos de camadería. Durante un rato la tensión del momento se hace fuerte, tenemos a los antidisturbios rodeándonos, con las porras en las manos y los escudos protegiéndolos. Se palpa la carga, nos van a echar a palos. Yo no me muevo.

Al cabo de un tiempo los antidisturbios comienzan a irse de Sol, acompañados de los gritos de “VERGÜENZA” de la gente. Sol se queda con nosotros, con los pocos que quedamos. Al cabo de un rato nosotros también nos vamos. dejamos atrás un día más de ira y revolución; de orgullo, emoción y miedo.

Son las 2:05 y me voy a la cama. Mucho he dejado atrás y mucho no he sabido expresar. Un día intenso. Buenas noches

SÍ PODEMOS!!"

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