Es condición sine qua non recortar todos los derechos
laborales. Ahora que se lleva lo “vintage”, está de moda volver al siglo XIX.
Se lleva lo exótico, adquiramos las costumbres laborales de Bangladesh.
Esto podría ser una buena interpretación del plan director.
Un plan fraguado por mezquinos sin escrúpulos y sin el menor sentido de la
gestión. Ya sean directores generales de instituciones culturales, consellers
de cultura o presidents de la generalitat. Sin olvidarnos de los próceres de la
alta burguesía catalana ya sea vía mecenazgo (que no filantropía) o
directamente vía propietarios de parte de nuestras instituciones, presuntamente
de todos.
Por lo que respecta al teatre Liceu, es inconcebible que el
patronato y las decisiones que allí se toman o se aprueban y que afectan al
teatro, estén en manos entre otros, de intereses particulares. Intereses que
nada tienen que ver con el carácter universal de la cultura.
Tenemos nuevo presidente del patronato. No el de siempre, el
de la generalitat, que sigue constando como “presidente de honor” (cuanto
presidente y cuanto honor…) sino el que después de meses, de años de demora, ha
aterrizado en el teatro con la intención de arreglar una situación que el
director general nunca supo solucionar. Lo más importante que ha hecho este
director general es demostrar que el teatro no necesita ese cargo ni gastar ese
sueldo. Hemos estado más de cinco años sin director (Cullell también demostró
su inoperancia cuando había dinero) y se ha ido a salto de mata y a las órdenes
directas de los burócratas que nos desgobiernan. El amarre del sillón es lo
único que saben atar.
Lo primero que ha hecho el nuevo presidente del patronato,
ha sido dar un golpe de mando denostando y echando de su despacho al gran
inútil. Medida que cuenta con gran aprobación pero que se queda corta, ¿Para
qué seguir pagando un sueldo a semejante personaje?
Es Molins una persona influyente en el mundo de los
prohombres y los políticos de este país. Incluso de la nación. Sin duda sus
influencias podrán ayudar a que el teatro se rearme pero, ¿A qué precio? ¿No
estaremos ante la futura privatización del liceu? Es cierto que son ante todo
nuestros puestos de trabajo lo que hemos de defender pero, cuidado, que el
árbol no nos impida ver el bosque, de otro modo, a medio plazo estamos
destinados a perecer. No podemos aceptar el resurgimiento a cualquier precio.
Alerta de quienes y a cambio de qué, pueden llegar a poner su dinero.
Este podría ser un buen momento de demostrar quién es quién.
Que demuestren su capacidad de gestión y devuelvan el teatro a quienes lo
levantaron realmente después del incendio, la sociedad y los trabajadores.
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