miércoles, 20 de febrero de 2013

Carceleros





Sabía que lo sabía pero, cuando te lo cuenta alguien en primera persona, que lo ha vivido, que lo ha sufrido en sus propias carnes, una congoja te consume el alma y la rabia te pide guerra.

La tortura no es algo que se limita a las cárceles de países casi ignotos en lejanos continentes o a países muy notos como pueden ser las cárceles que los USA tienen en Guantánamo y países varios. O en su propio territorio.

Nunca había oído hablar del “régimen F.I.E.S.” en las prisiones y por lo que he oído y luego leído es lo más parecido a los maltratos que vemos en las películas con las que suele regalarnos la cinematografía norte americana y alguna europea como “La celda 212” (gran papel de Luis Tosar). Es más, la mayoría de películas se quedan cortas con respecto a lo que le pasó a esta persona que tuvo la mala idea de robar un banco con 18 años y una vez en la cárcel ponerse a leer y a reclamar derechos para él y para sus compañeros. Tuvo la mala suerte de quedarse impregnado de la lectura de clásicos como Bakunin, Piotr Kropotkin, Pierre-Joseph Proudhon, William Godwin, Ludwig Feuerbach... y eso marcó su devenir.

Con él y con cientos como él en las cárceles españolas no hay excusas baratas de que son terroristas o narcos. Sencillamente son personas que se resisten a acatar las condiciones inhumanas que se les infringe a los presos en las penitenciarias. Son prisioneros dentro de la prisión.

No hace falta extenderse mucho para imaginar a unas personas que por haber cometido algún desagravio dentro de la prisión son castigados con torturas físicas: son apaleados durante horas y horas, los drogan con medicamentos antidepresivos y cuando cogen la adicción les privan de ellos para que pasen el mono, les hacen pasar por un pasillo hecho de gendarmes que les aporrean hasta dejarles con un aliento apenas, violaciones a mujeres, etc. Y con torturas psicológicas: son privadas de la convivencia con los demás presos y recluidos en celdas esposados 23 horas al día (la otra siguen esposados pero salen con un controlador a un ínfimo patio a tomar un poco el aire), 24 horas con la luz encendida durante meses, en ocasiones les tiran la comida en el suelo para que coman como los cerdos, etc.

Los valerosos cuerpos de seguridad que se encargan de esos prisioneros, son celosamente escogidos de entre lo peor y más sádico del cuerpo así como los médicos que se encargan de ocultar todo y de tratar que no mueran, algo que no siempre consiguen. Pero todos los trabajadores de prisiones son culpables por acción u omisión. Todos saben lo que pasa en esos departamentos incomunicados donde el acceso es restringido para quien no es de los cuerpos especiales pero nadie lo denuncia.

Es repugnante solo imaginar esa prepotencia, ese sadismo, esa mezquindad.
¿Qué les contarán a sus familias, a sus amigos? ¿Qué se contaran a ellos mismos para poder dormir, comer, salir a  la calle?

Realmente hay mundos paralelos y no queremos darnos cuenta. Cada día nos tomamos la píldora azul para creer que a pesar de todo vivimos en una sociedad civilizada y dentro de lo que cabe, aceptable. Pero cuando probamos la roja solo nos quedan dos opciones: o no volverla a probar o abandonar la azul para siempre. Tened cuidado.

Manuel Martínez




No hay comentarios: