domingo, 17 de julio de 2011

Anguita 2

Se busca ya, no al ser humano pensante, capaz de la reflexión, de la duda, de la inquietud: se buscan esclavos sin pensamiento. Y por eso no se quiere la historia. Y por eso se desdeña la memoria. Porque los seres humanos somos hijos de la memoria. Yo soy lo que soy porque viví con mis padres, mis recuerdos, mi historia, mis vivencias. Yo soy la actualización de todo un pasado que está vivo. Si me quitan la memoria soy un zombi. Y queremos pueblos de muertos vivientes,
que se estimulen por el último partido del Barça-Madrid, que se estimulen por la última historia de tal o cual conde, o de tal o cual señora, que digan en los corrillos, incluso en los parlamentos, y en los lugares donde habría de debatirse de los problemas, se cuenten chistes de la vida privada, para olvidar la tremenda realidad. Escapismo. Sedar el pensamiento, aniquilar el espíritu crítico. Y por tanto fomentar la resignación.

La cultura de la hipocresía, ¡crear una sociedad hipócrita! Que miente a sabiendas Que sabe que está diciendo algo que nadie cree, pero lo importante no es decirlo: lo importante es que hay que hacerlo pero que no se diga.

Y ese cáncer va avanzando degradando, corrompiendo y aniquilando las fuerzas para combatir.

Y ese es un camino, sin duda, dulce. Es la muerte lenta, como se consume un brasero. Como van muriendo aquellos que beben la cicuta, muerte que le dieron al gran Sócrates: se va durmiendo lentamente todo el organismo, y muere uno con una sonrisa en los labios, ¡pero muere!

Y el otro camino es rebeldía. Pero la rebeldía no es un gesto altisonante. No es un grito, no es un insulto. No es una pedrada, no es una mala contestación: es mucho más profundo. La rebeldía es un grito de la inteligencia y la voluntad que dice, y lo voy a decir en román paladino: ¡No me da la gana de decirle que si a esta actual situación! ¿Por qué? ¡¡Porque no quiero!! Y me niego a decirle que si, porque entiendo que pueda haber otra situación, y por tanto no asumo esta podredumbre, y no participo de ella, y lucho contra ella.

Y esta actitud es una actitud intelectual. Y cuando digo intelectual no quiero hablar de universitarios: de la mente de cualquier ser humano. Es un posicionamiento que nace de la mente y del corazón, del fuego de querer cambiar. Esta es la rebeldía fundamental: lo otro son voces, son chillidos, son insultos, son graznidos: dale caña al circo romano. No, no, la rebeldía no es ni más ni menos que el posicionamiento con otros valores y la decisión de hacerles frente.

Rebeldía para decir que no aceptamos que la competitividad y el mercado sean los que rijan los destinos de las sociedades, que entendemos que hay una declaración universal de derechos humanos que tiene que cumplirse. Y que eso significa sociedad de pleno empleo, donde el hombre y la mujer sean exactamente iguales, donde no haya marginados, y que costará mucho tiempo y mucho sacrificio, pero es hermoso luchar, incluso morir por eso. Porque morir tenemos que morir: muramos por lo menos luchando por un ideal noble, y no consumiéndonos como un brasero.

Y significa, esa rebeldía fundacional en cuanto a entidad humana, significa defender con esa suave ironía, con esa tranquilidad que el maestro Saramago hace, porque es una gloria verlo contestar a los periodistas con esa suave ironía, con esa tremenda dureza de fondo pero flexibilidad en el lenguaje, significa defender que hay valores que deben ser mantenidos: el hermoso valor de la igualdad. Como decía uno: la sangre es roja, y todos la tenemos roja; no hay sangre azul. Y además, como decía otro, todos los corazones, salvo alguna excepción, están en la izquierda.

Por lo tanto esa igualdad, igualdad que hace que los seres humanos nazcan de la misma manera. Una igualdad esencial, no igualitarismo, y por tanto dignidad de la persona por ser lo que es: Persona.

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