domingo, 8 de abril de 2012

Günter Grass

Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.
Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha la fabricación de una bomba atómica.

Pero ¿por qué me prohíbo nombrar a ese otro país en el que
desde hace años —aunque mantenido en secreto—
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que es inaccesible a toda inspección?
El silencio general sobre ese hecho, al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta; “antisemitismo” se llama la condena.
Ahora, sin embargo, porque mi país, alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor...
digo lo que hay que decir. ¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen, marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido y quiero seguir estándolo.

¿Por qué solo ahora lo digo, envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Porque hay que decir lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque —suficientemente incriminados como alemanes—
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse con ninguna de las excusas habituales.
Lo admito: no sigo callando porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí y de las instalaciones nucleares iraníes.

Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente, y en definitiva también ayudarnos

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