domingo, 13 de abril de 2008

Inmigración

Hace algunas décadas, millones de españoles, salieron del país en busca de pan y de alguna oportunidad de vivir mejor. Las condiciones de vida en la inmediata postguerra y en los sucesivos años eran desastrosas. Si a eso, añadimos el rigor de la dictadura, nos encontramos con un panorama realmente desolador.
Muchos fueron hacia América latina pero, la mayoría, llevaron su periplo por Europa (Francia, Alemania y Suiza sobre todo).
Había un efecto llamada con lo cual, solían hacerse guetos de españoles y entre ellos, de andaluces, gallegos, extremeños, etc.
En el caso de mi familia y compaisanos, el destino fue principalmente Francia y en su mayoría, París. Allí se encontraron con inmigrantes de otros países con los que rivalizaban, cuanto más pobre era el país de proveniencia, mayor era el grado de recelo y desprecio. Los nuestros quedaban en una situación más o menos cómoda pues había una importante afluencia de argelinos debido a la colonización y expoliación de Argelia por parte de los franceses.
Esto no quitaba sin embargo, el recelo hacia la mayoría de extranjeros por parte de la población autóctona quienes también tenían sus preferencias, no era lo mismo un argelino que un español pero tampoco era lo mismo un español que un italiano por ejemplo.
Los extranjeros que sí eran bien vistos, llegaran de donde llegaran, eran los que tenían dinero e invertían en negocios y hacían “más grande” el país, no importaba su procedencia, eran ricos.
Evidentemente, los extranjeros hacían los trabajos que los oriundos ya no querían hacer, eran explotados y amenazados con tener o no papeles, dormían varios en la misma habitación con el sistema de camas calientes, trabajaban todas las horas del día y todos los días de la semana pues ansiaban ahorrar algo de dinero y volver a sus lugares de origen.
Todo esto forma parte de un pasado muy reciente de nuestra historia. No creo que haya nadie de los que estén leyendo esto que no haya tenido parientes o conocidos que hayan vivido esa historia con mayor o menor ventura.
Ahora estamos viviendo la misma historia pero al revés, somos nosotros los que acogemos, los que recelamos, los que explotamos, los que asediamos. Es muy triste que la historia no nos enseñe nada pero, no porque no tenga nada que enseñarnos, sino porque no somos receptivos. Estamos en una posición muy cómoda y nos da pereza pensar. Es más fácil que nos digan lo que tenemos que hacer y lo que debemos pensar y así, si un inmigrante delinque, todos son delincuentes y lo mejor es devolverlos a su país. No entiendo por cierto por qué, si el delincuente es de Cuenca por ejemplo (no tengo nada contra ellos) no se le aplica el mismo criterio; quizás sea más difícil reconocer por los rasgos faciales a un nativo de esa ciudad que a un árabe, volvemos a ir a lo más fácil.
A este punto, me gustaría recalcar dos tipos de inmigrantes; ambos tienen en común nuestro paso destructivo por sus tierras en el “glorioso” pasado del imperio (y digo nuestro paso con dolor pero sin poder desprenderme de una cierta sensación de culpa por lo que hicieron nuestros antepasados; o no sentiríais un cierto malestar si vuestro padre fuera un asesino en serie, o un torturador) y la pobreza. Y ahí radica la diferencia, por norma general, los que vienen de América del sur o de Asia y últimamente de la Europa del Este; vienen porque en sus países de origen, las oportunidades de medrar son muy escasas y piensan, ilusos, que aquí podrán hacer fortuna. Evidentemente a unos les va mejor que a otros pero, por lo general, si bien es cierto que probablemente viven mejor que en sus tierras, no es menos cierto que tienen que pasar por situaciones humillantes y denigrantes para, una vez puesto todo en la balanza, dudar de si valió la pena haberlo dejado todo para el resultado obtenido.
Luego están los verdaderos desheredados, los que vienen de África, los que no vienen a mejorar su situación sino a no morir de hambre, los que no temen morir en el intento de llegar porque lo que les espera si se quedan es eso, la muerte, los que vienen de lugares donde los niños mueren a millares por falta de alimentos y medicinas, de lugares que hemos expoliado y que aún hoy subyugamos no ya bajo el yugo de las armas, sino bajo la prepotencia de nuestro dinero que compra gobiernos y con ellos, las riquezas naturales de los diferentes países.
No acepto que no se entiendan los motivos por los que hasta aquí llegan, que se les margine, que se les explote, que se les odie, que se les humille, que se les quiera echar, como si la tierra tuviera dueños. Aunque os obcequéis en trazarlas, las fronteras no existen.
Desprecio profundamente a estos xenófobos que han olvidado sus orígenes pues, hayan nacido donde hayan nacido, en algún momento de la historia sus antepasados se trasladaron desde algún sitio hasta donde ahora habitan; guste o no, todos somos inmigrantes.
Desprecio profundamente a los que no aceptan entre nosotros a los exiliados del hambre.
Manolo Martínez
Abril 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jo mai he oblidat els "meus orígens". En el meu cas, son catalans ja que els meus pares son nascuts a Catalunya però per part de pares paterns, els meus avis, van emigrar de les seves terres murcianes en els anys 20 deixant enrera tot: casa, familia, amics, futur...

Mai més van tornar, potser perquè tampoc emigrar els hi va servir per formar un mínim capital econòmic bo. Sempre van ser uns treballadors més, molt treballadors i com ho entendriem en la nostra època d'ara, pobres.

La meva història i la història dels meus avis, es repeteix en moltíssimes families catalanes, espanyoles, vasques, gallegues, extremenyes, andaluses... Jo tampoc NO entenc com pot haver-hi encara gent que refusi, que pensi, que digui verdaderes barbaritas contra els "nous" emigrants vinguts de fora, els que parlen "llengues estranyes", els que tenen costums que son "molt diferents" a les "nostres", els que van vestits amb túniques llargues, els que porten turbants, els que son de color de pell diferent, els que resen estirats per el terra, els que prosperen en algún negoci, els que no es diuen Jordis, Joseps, Montserrats, Carmes...

Jo també rebutjo obertament y profundament als que no acepten entre nosaltres a els exiliats de la fam i a els exiliats del món.

Si sabessin que la ignorància la majoria de les vegades fa tant de mal... És per això que jo no soc exiliat però porto part de l'exili a la meva sang...

Salut.