viernes, 7 de septiembre de 2012

En nuestras manos

Será la incapacidad para el diálogo. Será quizás la nula intención por dialogar. Más bien lo segundo. Estos malos gestores (malos en dos de sus diferentes acepciones, la de incapaces y la de malvados) han optado por no aceptar las propuestas de los trabajadores para optimizar y racionalizar el trabajo. Propuestas realizadas a partir de las necesidades planteadas por ellos y satisfaciéndolas perfectamente, como todo el mundo pudo comprobar en la comparativa presentada a la asamblea de escenario. Han preferido mantener una fórmula caduca para los técnicos de escenario y una fórmula impuesta y fuera de convenio para los que tienen algún tipo de responsabilidad en el mando de dichos técnicos ( como si los mandos no fuesen trabajadores con derecho a regular su actividad). Esto llevará sin duda a las eternas contradicciones entre la realidad del trabajo y la normativa que nos ampara. Así, las compañeras de caracterización tendrán semanas de más de siete días consecutivos de trabajo o de menos de 48 horas continuadas de descanso tal y como estipula nuestro convenio. En sastrería y audio video tendrán dificultades para hacer el descanso en el horario convenido (solucionado en las propuestas presentadas), cuando no las obligaran a hacer horas extras o bien les cambiaran horarios por otros que no están regulados por convenio. Se darán sin duda más casuísticas similares en otros colectivos. Tiempo al tiempo.


Como es un hecho recurrente en las últimas temporadas (hechos denunciados en inspección de trabajo pero que no han obtenido los frutos deseados), nos queda poco margen de maniobra para evitar que sigan los atropellos a nuestros derechos.

La intención de los malos gestores es clara, aprovecharse de la situación generalizada del país, aprovecharse de las nuevas y regresivas leyes laborales y a través del miedo, destrozar el convenio que nos ampara para imponer las normas que ellos decidan, es decir, haréis lo que yo diga, cuando yo lo diga y porque yo lo diga.

El reciente despido de seis compañeros de escenario avala la teoría del miedo. Los últimos meses de la pasada temporada fueron absolutamente paranoicos. Quien más y quien menos se sentían perseguidos. Cualquiera podría ser el motivo para verse en la calle. Algunos optaron por esconder la cabeza y esperar no estar entre los elegidos, otros dudaban, alguno estaba dispuesto a todo con tal de defender los intereses colectivos.

Habría que resituarse y ver donde estamos ahora mismo. La situación no ha cambiado en absoluto y si lo ha hecho, ha sido a peor. No solo por los despidos, lo más trágico, sino porque como es evidente bajo el paraguas de que no hemos querido aceptar sus condiciones somos intolerantes e inflexibles, y seguirán haciendo del día a día un infierno donde se agarraran a cualquier cosa para ir minando nuestras fuerzas. No ha sido suficiente el dinero que hemos puesto sobre la mesa, no han sido suficientes los esfuerzos y renuncia de derechos y condiciones laborales de la temporada pasada, no han sido suficientes los despidos. La bestia necesita más sangre.

Ante esta disyuntiva cabe plantearse muy en serio la convocatoria de huelga propuesta para todas las funciones de “La forza del destino”. No nos quedan alternativas. Si nos atenaza el miedo estamos perdidos. Seguiremos perdiendo derechos, poder adquisitivo y compañeros. O seremos nosotros mismos los que nos encontraremos en la calle. No faltan empresas privadas ávidas de poner sus garras en el Liceu con la ayuda de algún amigote.

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