sábado, 22 de marzo de 2014

El amo del perro


El pasado día 20 de marzo Ferran Mascarell acudía ante la Comisió de Cultura i Llengua (CCL) para tratar el tema de la Agencia Catalana del Patrimoni Cultural (ACdPC). Aprovechando la circunstancia, un grupo de trabajadores del Liceu, nos acercamos hasta las puertas del Parlament para mostrar nuestra preocupación por la deriva que está tomando la cultura en nuestra comunidad. Siendo el Conseller alguien que, a nuestro entender, apuesta por una idea de cultura basada más en objetivos e intereses  privados, y no en la defensa de la cultura como servicio público e identitario del país,  y como no; por la problemática que estamos sufriendo los trabajadores del teatro.

Se colocaron algunas pancartas y se corearon gritos por  la dimisión de Mascarell,  contra el expolio patrimonial y en defensa de las reivindicaciones en el Liceu. Cuando este llegó, caminando y seguido de su séquito, decidió acercarse a los manifestantes para interesarse del porqué estaban allí.

Se le dijo que los gestores que él había apoyado en los últimos años estaban destrozando las plantillas y que ahora mismo está dirigiendo el teatro una persona (que  respetuosamente se le definió como KILLER) que no tiene vínculos ni nociones de lo que es la cultura y que hace temer por el futuro inmediato de muchos puestos de trabajo y por el convenio colectivo recientemente firmado.

Se le dijo que no se puede gestionar una infraestructura cultural a golpe de números y despidos y que no somos los trabajadores quienes tenemos que pagar las deficiencias gestoras de los últimos años.

Que desde Sos cultura se teme por la privatización de la cultura y la pérdida de puestos de trabajo que significa el desmantelamiento de plantillas de instituciones culturales públicas.

Había algún despedido entre los manifestantes que le expuso que a algunas personas les habían destrozado la vida laboral y probablemente la privada debido a que habían entregado más de 30 años al teatro que ahora los dejaba en una situación complicada debido a la edad y a las pocas posibilidades que ofrece un mercado tan pequeño.

Mascarell respondió, visiblemente molesto, que consideraba que el nuevo director general era la persona adecuada para la situación y que intentarían hacer el menor daño posible.

El único momento en que sonrió aunque de manera sarcástica, fue cuando se le pidieron las actas del patronato, del cual es vicepresidente primero. Es lo que tiene la transparencia.

Una vez en sesión parlamentaria, hizo una larga exposición de las veleidades de la agencia de patrimonio y de las maravillas de nuestro país mezclando de manera sospechosa con mucho de turismo y de iniciativa privada. De hecho, por ahí le entraron básicamente los representantes de los diferentes partidos. Se le acusaba de querer privatizar y vender el patrimonio. Cosa que el negó insistentemente pero que se ve reflejada en los estatutos.

Una ocasión más para ver las miserias de los que se creen prohombres con derecho a actuar por cuenta de terceros. De cómo utilizan subterfugios para huir de situaciones incómodas y de cómo se dilata el tiempo en las sesiones parlamentarias. Pero sobre todo fue una entrañable experiencia la del calor de los compañeros en defensa de los puestos de trabajo y también, cómo no, de la cultura y el servicio público.

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